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· Los bautistas y su música (27)

© 2023 Josep Marc Laporta

1- El Himnario Unido de texto
2- La Comisión del Himnario Unido de España
3- Los últimos detalles
4- Anécdotas y vicisitudes

1- El Himnario Unido de texto

     Como ya observamos en capítulos anteriores, el Himnario Único de texto fue uno de los proyectos más anhelados del protestantismo español. Tras distintas reuniones auspiciadas por la Alianza Evangélica Española, celebradas en Conferencias de Pastores entre 1930 y 1935, su culminación se vio truncada por la Guerra Civil española. A los integrantes de la Comisión que fueron designados en 1930 —el anciano maestro y pastor jerezano Enrique Tomás Guilloto de la IEE, el misionero, pastor y violinista Percy J. Buffard (1883-1958) y el teólogo, pastor y poeta Claudio Gutiérrez Marín (1902-1988)—, en 1935 se añadió la participación de Samuel Vila Ventura (1902-2002), quien tomaría el mando del proyecto tras el conflicto bélico.

     Al equipo gestor de 1930 y 1935 se le denominó Comisión del Himnario Único, mientras que tras la guerra se convirtió en Comisión del Himnario Unido. Y la primera edición de 1948, la publicación recibió el definitivo nombre de Himnario de las Iglesias Evangélicas de España. No obstante, en sus sucesivas ediciones tendría diversos apelativos según conveniencia promocional. Aprovechando al máximo el tiempo de reclusión en los hogares por causa de las prohibiciones gubernamentales al culto público, entre 1941 y 1947 Samuel Vila coordinó la nueva Comisión del Himnario Único de España. Sin embargo, en cuanto a miembros hubieron sustanciales cambios. De la anterior delegación de 1935 tan solo quedó Samuel Vila, puesto que Enrique Tomás ya había fallecido por esas fechas, Percy J. Buffard se instaló más definitivamente en Inglaterra en 1936 y Claudio Gutiérrez Marín emigró a México en 1940. Así que, con audacia y resolución, Vila asumió el mando en solitario, estableciendo nuevas alianzas con la finalidad de organizar un equipo editor, con una comisión en dos ciudades: Madrid y Barcelona.

2- La Comisión del Himnario Unido de España

     El nombre dado de Comisión del Himnario Unido de España puede conducir a engaño, puesto que no fue un equipo de trabajo definido y cohesionado. En realidad fueron dos comisiones –Madrid y Barcelona– que paralelamente establecieron sendas reuniones de pastores, más o menos regulares y con mayor o menos afluencia según la ocasión. Es por ello que no se registran asistencias ni orden de trabajo, tan solo algunos encuentros en los que cada quien y según su criterio opinaba y aportaba qué himnos debían formar parte del nuevo himnario. Sin embargo, sí que entre las dos comisiones hubo un pequeño núcleo de personas que fueron determinantes en la preparación y procedimientos de la primera edición. Pero el alma del proyecto fue Samuel Vila, quien contactaba, coordinaba y finalmente tomaba las decisiones más oportunas. Y junto a él unos pocos pastores, músicos y poetas colaboraron más estrechamente para dar a luz la primera edición.

     El teólogo, escritor, poeta y traductor de los Reformadores, Manuel Gutiérrez Marín (1906-1988), hermano de Claudio Gutiérrez Marín, fue un importante colaborador. La amistad entre Vila y Gutiérrez, y la altura poética y el óptimo conocimiento del inglés y alemán de este último, proveyeron múltiples recursos en la revisión de textos y la supervisión himnológica. En realidad, Manuel sustituyó a su hermano Claudio –había emigrado a México en 1940– sin grandes disimilitudes en cuanto a talentos, pues ambos disponían de excelentes capacidades intelectuales, teológicas y poéticas.

   Pere Inglada Sanmartí (1910-1980) fue un reputado instrumentista, organista titular de la Iglesia Evangélica Alemana de Barcelona y buen conocedor de la música de la Reforma, especialmente de Johann Sebastian Bach. Sus traducciones al catalán de himnos franceses y alemanes le llevaron a editar, junto a su esposa, el Himnari Evangélic Català en 1948, una primeriza publicación de veinte himnos hechos a multicopista que, por la dificultad de encontrar editorial que se atreviera a publicar en catalán, no pudo disponer de una edición pública y oficial ampliada. La relación y amistad de Inglada con Vila fue muy importante para la creación del Himnario Unido, ya que, además de supervisar la idoneidad de himnos y textos, revisó o adaptó las armonizaciones de un himnario de música suplementario que posteriormente Vila editó, titulado Colección de Himnos y Cantos para Coro (1949).

   Maria Eugènia Vidal (1923-1997) fue una poeta de gran sensibilidad, también conocedora del idioma alemán, lo que le facultó para traducir himnos con suma destreza. Era esposa de Pere Inglada Sanmartí e hija del escritor, poeta y novelista Plàcid Vidal, y sobrina de Cosme Vidal, conocido con el seudónimo de Josep Aladern, quien fue director de publicaciones como La Nova Catalunya, Lo Somatent y La Renaixença, por lo que a su biografía de profunda fe evangélica añadió una sensibilidad especial para la protección y difusión de la cultura catalana. Como su esposo, la relación y amistad con Samuel Vila le llevó a colaborar estrechamente con el Himnario Unido y la posterior edición que Vila publicó.

    Juan Fliedner Brow (1878-1964), pastor de la Iglesia de Jesús de Madrid durante casi sesenta años, fue íntimo amigo de Samuel Vila. Tanto Juan como su esposa Elisabeth Klingender, tuvieron una gran complicidad con el matrimonio Vila en la defensa del Evangelio en tiempos de postguerra. Las vicisitudes vividas en común darían para un libro que nunca se escribió, aunque muchas han quedado como anécdotas en la memoria histórica de algunos. Hijo del pionero misionero alemán Federico (Fritz) Fliedner (1845-1901), Juan Fliedner Brow fue un pastor y escritor entregado y comprometido. Descrito por sus contemporáneos como sincero, simpático e inteligente y con una amabilidad exquisita, su gran carácter le llevó a relacionarse con habilidad con el mundo político y social de la capital, a pesar de las distancias religiosas, sociales y políticas que existían entre Fliedner y el régimen de Franco.

    Pastor, escritor, traductor y poeta, Ramon Taibo Sienes (1911-2001), participó intensamente en el Himnario Unido en su última fase. Tras la condena inicial de treinta años y un día de prisión por su militancia en Izquierda Republicana de Manuel Azaña, finalmente rebajada a seis años y un día, se exilió del país entre 1939 y 1944. A la vuelta, su contribución se centró en la revisión y equilibrio de temáticas. Suya es la obra inconclusa Poetas Evangélicos Españoles, que preparó con José Luis Patrocinio Ríos Sánchez (1949-2021). Y Hondón del Alma, poemas en verso y prosa editada en 1977.

    Fernando Cabrera Latorre (1875-1953), obispo de la Iglesia Española Reformada Episcopal, participó institucionalmente como presidente de la Alianza Evangélica y organizador de los tres primeros congresos evangélicos celebrados en España. Como segundo obispo de la IERE, recibió la herencia ministerial de su padre, Juan Bautista Cabrera, y aunque no cultivó el arte específicamente sí que veló por la excelencia en todos los ámbitos de la alabanza eclesial. Como sus seis hermanos, Fernando recibió de sus padres una buena educación musical, destacando Magdalena Cabrera Latorre, consumada arpista, y Pepita Cabrera Latorre, organista y escritora de himnos.

    Magdalena Pascual (1893-1984), esposa del pastor Joan Capó Ferrer (1889-1967), colaboró con el Himnario Unido desde el exilio de ambos en Francia y en la vuelta a Mallorca (1943) para dirigir las Iglesias de Palma, Capdepera y Porto-Cristo. Muy apreciados y recordados por sus ministerios pastorales y pedagógicos en la Església Evangèlica Metodista de Rubí y en las escuelas evangélicas rubinenses antes de la Guerra Civil, y, también, por las cualidades musicales de Magdalena como directora de los coros d’Esforç Cristià en Barcelona, su contribución fue importante puesto que Vila le encargó la enunciación y revisión de los índices de autores y traductores, que hasta la segunda edición no pudo incluirse. Como dato paralelo y de interés, precisamente en los años veinte Magdalena había sido profesora de Lídia Vila Campderrós, esposa de Samuel Vila, inculcándole su vocación por la música, la docencia y la literatura.

   Lídia Vila Campderrós (1914-2014) fue la mecanógrafa de la mayoría de los textos hímnicos que posteriormente se llevarían a la Imprenta Salvadó. Su contribución al himnario fue una cooperación familiar de primer orden, siendo parte intrínseca y valiosa de los ministerios de su esposo.

   Otros músicos, como Daniel Pujol Vila (1922-1996), participaron estrechamente por la proximidad familiar y eclesial con Samuel Vila. Nacido en Rubí y trasladado de niño a Terrassa, muy pronto empezó los estudios musicales oficiales de piano, que pese a que fueron truncados por la Guerra Civil, continuó de manera autodidáctica. Con todo, muy pronto dirigió el coro de la Unión Bautista de Jóvenes de su congregación en Terrassa, y también escribiendo sobre música y alabanza en El Eco de la Verdad. Coincidiendo en el tiempo con la preparación del Himnario Unido, el joven Pujol destacó por su entrega al ministerio musical, creando escuela y fundando una formación coral muy peculiar: la Coral Horeb. Muchos de los integrantes del tronco familiar Vila-Pujol-Muniesa, emparentados entre sí, fueron durante años los coristas, ejerciendo también como delegación musical representativa de la Misión Cristiana Horeb.       

3- Los últimos detalles

     El día 21 de octubre de 1946 se celebró en Madrid la conmemoración del centenario de la Alianza Evangélica Mundial (World Evangelical Alliance), fundada en Londres en 1846. El acto tuvo lugar en el templo de la calle Beneficiencia, que se vio abarrotado de creyentes, a pesar de limitarse la entrada por invitación personal. Bajo la presidencia de Fernando Cabrera Latorre y tras intervenciones de Ramón Taibo disertando sobre Lo que es la Alianza Evangélica; de Samuel Vila con la ponencia Lo que esperamos de la Alianza; de Patricio Gómez con el tema central del encuentro: Un cuerpo somos en Cristo; y tras el epílogo final de Juan Fliedner Brown con las cartas y telegramas de adhesión, al día siguiente se celebraron distintas reuniones de trabajo en las que la asamblea «se ocupó asimismo del Himnario Unido, acordando algunas sugestiones muy interesantes que han sido puestas inmediatamente en práctica». Algunas de las recomendaciones fueron las siguientes: la conveniencia de no superar los quinientos himnos, la necesidad de incorporar un índice completo de autores, traductores o adaptadores, y la idoneidad de reducir al máximo el número de referencias a himnarios de música en inglés o alemán. Es decir, intentar que la mayoría de himnos tuvieran las referencias de Songs and Solos, del Salterio Cristiano o de Himnos Selectos Evangélicos, aunque, a pesar de los buenos deseos, la lista total de libros de música de correspondencia alcanzó los dieciocho. Recogidas las indicaciones, el núcleo editor suscribió las recomendaciones y en poco más de un año, a principios de 1948, se publicaron los primeros ejemplares.

   Inicialmente, el Himnario reunió 412 cantos de los más populares y conocidos que se encontraban en el Himnario Evangélico de Faithful, en el Himnario Cristiano de Barcelona, en el Himnario de la Iglesia Evangélica Española, en Himnos Selectos Evangélicos de Argentina y en Cánticos Evangélicos de Enrique Turrall. Con la finalidad de facilitar la localización de las músicas a los organistas, al principio de cada himno se adjuntó la referencia a los libros correspondientes donde localizar las partituras, por lo que los organistas, antes de tocar, debían relacionar el canto del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España con las referencias de los himnarios de partitura foráneos.

    La complejidad de la clandestinidad y las dificultades de encontrar cobertura legal para la publicación llevó a Samuel Vila a buscar otras alternativas de edición. Como que no existía ninguna casa editora que aportara su capital para costear el himnario, la Comisión aconsejó a cada iglesia a realizar un pedido suficiente por dos años, que era el tiempo que se preveía para proceder a una segunda edición. Con la misma intención, también se solicitaba que las personas que anticiparan el pedido de un mínimo de 50 himnarios se les considerarían colaboradores, con la facultad de recomendar la inclusión de himnos en siguientes ediciones, aunque sin compromiso de cumplimiento por parte de los editores. Ante la imposibilidad material de satisfacer todas las recomendaciones, la Comisión solo reservaba el derecho de admisión a aquellos himnos propuestos por tres colaboradores, siempre que no existieran en ellos deficiencias de versificación o musicales que los hicieran inviables.

    El precio de venta del himnario osciló entre ocho y diez pesetas, y fue el primer libro evangélico que se empezó a ensamblar en la Imprenta Salvadó, sin que su dueño, Salvador Salvadó Cots (1908-1999) fuera aún evangélico. No obstante, pocas semanas antes de salir de las máquinas el primer ejemplar, tanto él como su esposa dieron público testimonio de fe en Cristo Jesús mediante el bautismo en la congregación barcelonesa del Passatge Nogués (1947). Sin embargo la preparación y montaje del himnario fue lenta, con la laboriosa tarea del cajista, cuyo cometido era componer los moldes que se habían de imprimir. En esta función participó como primer trabajo y empleo el hijo del impresor, Salvador Salvadó Ribé (1935-), que con 13 años ya encajaba las letras en los moldes, creando textos y líneas inversas, una labor considerada de oficial, pues requería disponer de buena formación gramatical y técnica. Gracias a la entrega y disposición de la familia Salvadó, tanto del padre como de su esposa, Vicenta Ribé Enfadeque (1912-2012), y del hijo, el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España vio la luz, superando todas las dificultades que imponía la clandestinidad. No hay duda que todas estas eventualidades también fueron preludio de alabanza a Dios.


4- Anécdotas y vicisitudes

   A finales de 1947 El Eco Bautista anunciaba en un resaltado a pie de página la pronta aparición del nuevo himnario: «Para el Año Nuevo tendremos a su disposición el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España, que contiene 412 himnos seleccionados entre los mejores que se cantan en todas las iglesias evangélicas. Encuadernado en tela con letras doradas». La noticia fue recibida con alegría entre las iglesias protestantes del país y especialmente en las congregaciones bautistas, que hacían muy suyo el himnario, no solo por la precariedad denominacional de no tener uno propio hecho en España, sino porque la significada participación bautista mediante la dirección de Samuel Vila le dio un rédito de credibilidad y pertenencia.

     Los primeros párrafos del prólogo de la primera edición así lo anunciaba:

      «El himnario único de todas las iglesias evangélicas de España ha sido un ideal acariciado y discutido en todos los congresos y asambleas de obreros evangélicos. Desde muchos años venimos trabajando con tal  objeto. La presente edición no representa la culminación de nuestro propósito, sino tan solamente un ensayo a que hemos sido obligados por la urgente necesidad de himnarios que existe en muchas iglesias evangélicas. Nos atrevemos, empero, a sostener que esta colección contiene muchos más himnos que se cantan en común en todas las iglesias evangélicas que cualquiera de las editadas hasta el presente».

     Y concluía con el último párrafo:

     «Que la bendición divina acompañe la publicación de este himnario y, al ser utilizado en el culto público o familiar, sirva para estrechar más los vínculos fraternales entre todos los que adoran a Dios en espíritu y en verdad».

   No cabe duda de que en todos los proyectos y empresas humanas siempre conviven deslices o errores no deseados. Es consustancial y a veces es imposible evitarlos. El Himnario de las Iglesias Evangélicas de España no fue menos. En las páginas de la segunda y tercera edición apareció una que dio que hablar, hasta el punto que podría haber provocado pequeñas discusiones doctrinales, si no fuera por la comicidad del asunto. El lapso apareció en el himno 155, Firmes y adelante. En los últimos compases de su segunda estrofa, en lugar de afirmar «Y óigalo el averno, lleno de pavor», el gazapo cambió el sentido del texto dando por sentado que el infierno podría llegar a ser, incluso, una sauna: «Y oígalo el averno, lleno de vapor». Lógicamente, en las siguientes ediciones se volvió correctamente al original de Juan Bautista Cabrera.

    Después de concluida la impresión del himnario en la Imprenta Salvadó de Barcelona y de que los ejemplares se escondieran de manera que no pudieran ser descubiertos, se fueron trasladando a varios hogares con la finalidad de entregarlos a las congregaciones del país. Samuel Vila tuvo en su domicilio de Terrassa un buen número de ellos, que eran los que seguidamente se transportarían a Madrid en coche particular para ser distribuidos entre las iglesias. Pero a media mañana de un día del mes de marzo de 1948, la policía se presentó en su casa para preguntarle qué eran los libros que había impreso y que estaba distribuyendo. El pastor y escritor Samuel Vila, muy tranquilo y confiado les atendió diciéndoles que pasaran adentro y que miraran de localizar aquellos libros que tan ansiosamente buscaban. La Guardia Civil entró, buscó, rebuscó y no encontró nada, por lo que muy amablemente se despidieron de Vila, deseándole un buen día. Pero lo que la benemérita no sabía es que aquellos himnarios que buscaban habían salido el mismo día muy de mañana camino a Madrid.

    Ya en la capital del país, aquel cargamento de libros llegó al hogar del pastor Juan Fliedner, desde donde poco a poco se irían a distribuyendo a las iglesias. Pero pocos días más tarde se presentó la policía en el domicilio de Fliedner, confiscando todos los himnarios y reclamando que se presentara el responsable de la edición. Ante tal eventualidad, Samuel Vila se trasladó a Madrid y juntos, Vila y Fliedner, se presentaron en el cuartelillo para dar cuentas de los libros. Sin titubear admitieron los hechos: la publicación clandestina. Pero para convencer al oficial de que aquel libro no iba en contra del régimen, Samuel Vila abrió el himnario por el número 159 y le leyó marcando con el dedo justamente la frase que decía 'Nuestro Caudillo salió victorioso'. «¿Ve, ve usted como nosotros no vamos en contra del régimen…?», aseguró con vehemencia Vila. Según cuenta su hijo Eliseu, les dejaron salir sin cargos y con los paquetes de himnarios bajo el brazo, por lo que la anécdota era muy recordada y celebrada en los encuentros entre los Fliedner y los Vila. Pero lo que el dedo de Samuel Vila no desveló es que la siguiente línea de la misma estrofa decía literalmente 'En el Calvario su triunfo se ve'. De haberlo leído el oficial, es posible que no hubieran salido del cuartelillo. Ni ellos ni los himnarios.

(Bibliografía)

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